La identidad corporativa podemos definirla como el autorretrato que una marca hace de sí misma. Es la suma de su declaración de intenciones – filosofía, valores, tono y estilo de la comunicación – más el despliegue de toda su identidad visual – nombre, logo, tagline, manual de identidad corporativa -, materializada en productos, servicios y comunicaciones.
La elección de un buen nombre, la construcción de un logotipo alineado con los valores de la marca, la creación de un tagline que sintetice su esencia y la elaboración de un manual de identidad corporativa serán elementos claves en la proyección visual de la marca hacia el exterior.
Hasta aquí, la marca tiene el control sobre su imagen, pero ¿qué percepción tiene realmente el mercado de la marca?
Si consigues que la identidad corporativa de tu marca coincida con la imagen que el mercado tiene de ella – imagen corporativa -, estás en el buen camino, no te desvíes. En caso contrario, deberías revisar por qué tu mensaje llega distorsionado al público.
Una filosofía inexistente, unos valores caducos, un tono y estilo de comunicación cambiantes, un nombre complejo, un logo aséptico, un slogan anodino y un manual de identidad con lagunas en su definición son algunos de los motivos que provocan la disonancia entre la imagen que se pretende transmitir – identidad corporativa – y la imagen que realmente percibe el mercado – imagen corporativa -.
¿Y en tu marca, coinciden identidad e imagen corporativa?
